martes, 26 de mayo de 2015

Poesía

Palabras que embellecen,
palabras que ennegrecen,
palabras que endiablan,
palabras que hablan
por si solas.
Me llegan, me manejan,
me hacen pensar, atormentarme,
calentar y a la vez desilusionarme,
las palabras y yo
ni nos saludamos,
pero cuando se unen
mis palabras con este arte,
hacen que me desespere,
me cabree, me rabie,
me grite, me llore,
mis lágrimas se derraman
por cada vapor de humedad,
que me provoca la soledad.
No estoy solo,
ella me acompaña,
me guía, me fortalece,
me endurece,
quiero reír,
pero cuando río
cada una de mi sonrisa,
se la lleva la brisa marina,
y me pongo serio,
tengo un monasterio,
dentro de mí,
siendo el ministerio,
de las cosas que viví.
La poesía me llama,
me reclama, me desea,
me coquetea,
es mi conquista, mi reconquista,
es mi lazarillo alquimista,
es mi miedo, mi locura,
es el canalillo que mi mente procura.
Simples palabras,
pero te darás cuenta
de que cuando las abras,
ya no saldrás
del mundo que te crea,
te rodea, te murmura,
te invade, te vive,
te revive, te alaba,
te mata, te nace,
te ilumina, te oscurece,
te anima, te deprime,
te entra, te sale.
La estructura no importa,
la rima es mi Dios,
el tema son mis suicidios,
y cuando hago la mezcla,
escribo la ultima tecla
de este puzzle,
la última pieza
del viaje eterno,
la pongo, me deslumbro,
ella me deslumbra con
sus desengaños,
sus engaños,
sus sentimientos,
sus conocimientos,
sus aterrados sucesos,
su desterrado cuerpo.
Tengo la virtud de nunca
encomendarme al diablo,
las letras me poseen,
me creen, me ven,
se apoderan de mí,
de mis sentires,
de mis sufrires,
de mis vivires,
de mis renacimientos,
de mis cimientos,
de mis vidas,
de mis muertes,
de mis moribundos olvidos,
de mis vagabundos recuerdos.
La poesía me quiere,
y yo la quiero,
lo único que le pido es,
que no me deje,
porque sin ella,
yo ni nadie,
entenderíamos nada.
Y sin entender nada,
eres mi palabra deseada,
eres mi alabanza amada.

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